Todos los libros son sagrados, todas las páginas de la
fantasía, de la poesía, de los relatos del alma, de los cálculos y los sueños,
son sagrados. Sagrados no en la mirada judeo-cristiana de lo inescrutable y
misterioso, o de lo lejano e inalcanzable, sino en el sentido de ser
maravillosamente necesarios, poéticamente imprescindibles como fruto de los
espíritus y las manos de los pueblos que cabalgan la historia.
Lxs hacedorxs de libro son guerrillerxs y devotxs, obrerxs y
orfebres dedicadxs a perpetuar la memoria de su gente en manojos de papel y
tinta que caminan por las calles. Estxs imaginadorxs de libros, hacedorxs de
sueños, se convierten con el paso del tiempo en una suerte de juglares, de
memorias vivientes.
El libro es un objeto y un sueño, en él converge la
tecnología, la química, la física, la orfebrería, la plástica y las capacidades
creativas. No hay libro sin tecnología, no hay libro sin sueños colectivos, no
hay libro sin pueblos libres y emancipados. Las últimas tecnologías han traído
a la orilla el libro digital, un libro virtual sin papel ni tinta, hecho de
impulsos eléctricos que irá consiguiendo su espacio junto a aquel otro objeto
tradicional.
Antes fue el Quipu, los papiros, las tablillas de barro, y
tantos otros formatos y tecnología que persiguieron el mismo fin de perpetuar
la memoria, de servir de asiento a las fantasías y a los demonios del hombre y
la mujer. Hizo falta armar grandes edificios para que los libros fueran
protegidos, para que el conocimiento y los recuerdos fueran salvados de la
intemperie, de la polilla, y de los mutiladores.
Las bibliotecas son maravillosas casas llenas de libros,
organizados y cuidados para que el pueblo no olvide su historia, para atesorar
todas nuestras fantasías e y relatos de la realidad, buenos y malos. Un gran
edificio donde reposa todo lo que conocemos y todas nuestras curiosidades. Sea
cual sea el formato y la tecnología, el libro es un instrumento de liberación,
un arma de lucha, una herramienta para que la vida sea mejor.
Hubo quien imaginó que el universo todo era una biblioteca y
caminó fervoroso por él (Borges). Hubo quien en sus afanes de dominación
destruyó la memoria de todo un pueblo porque no coincidían los nombres de los
dioses (Diego de Landa). Hubo quien consideró los libros una plaga que había
que desaparecer porque inoculaba ideas peligrosas (Hitler, Pinochet). Hubo
quien por el contrario ordenó a los cuatro vientos que los libros se
multiplicaran y llegaran a todas las casas para alimentar las almas (Hugo
Chávez).
La historia del libro es una historia de pasiones encendidas
donde no hay medias tintas, donde lxs hacedorxs combaten permanentemente contra
las fuerzas históricas que intentan separar el libro de la gente, combaten
contra las corrientes oscurantistas que esconden las letras y la historia de
los ojos del pueblo.
En la construcción del socialismo, la batalla de nuestro
Comandante Eterno en pro del libro fue encarnizada, porque creyó siempre que el
libro debe estar en manos de todxs. Chávez siempre creyó que un país lleno de
libros es un país libre y emancipado. Un pueblo empoderado del conocimiento que
dan los libros es un pueblo que ama y combate.
Estemos atentos ante los
vendedores de artilugios, los engañadores de oficio que camuflan idioteces con
cubiertas de libro.
Si el libro no goza de respeto, la construcción del
socialismo será imposible.
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